Solemos encontrarnos con seres que quieren tener su futuro lo más atado y asegurado posible y al contrario de lo que se espera, son personas inseguras, que ignorando sus posibilidades, dudan que tendrán los recursos necesarios para enfrentar a todo aquello que surja. Apareciendo una vez más el recuerdo de viejos dolores y el temor a que vuelvan a repetirse.

¿Y si en lugar de preocuparnos, dejamos que la vida nos sorprenda?

No me refiero a dejar de entender lo que nos va pasando ni dejar de utilizar la experiencia que la vida nos va dando, ni tampoco que no aprendamos de las distintas situaciones que vamos vivenciando, sino más bien estar vibrando en un estado de inocencia que suspende los juicios de aquello que percibimos, sin engancharnos en odiosas comparaciones y dejando de sufrir por cosas que simplemente son y nos suceden.

Entrenemos nuestra mirada de principiante, y recorramos la vida como si fuera la primera vez, dejémonos sorprender diariamente en un permanente descubrir.

¿Acaso la sorpresa fue solo pensada para que lo disfruten los niños?

Santa Teresa de Jesús solía decir: “Tras lo inesperado se oculta Dios”

Una forma de expresar que la vida se va manifestando con situaciones inesperadas “a pesar” de nuestros planes.

En realidad, lo que consideramos como previsible no son más que recuerdos conformados por creencias que proyectamos y que a cambio de monotonía, nos puede aportar una efímera sensación de seguridad.

El sabio indio Sri Nisargadatta fue más allá cuando afirmo que: “Tan solo lo inesperado es real”. Una vez más, esta reflexión nos conduce a entender la vivencia del momento presente, una vivencia que nos invita a evitar la anticipación y la expectativa.

Parece indudable que el momento presente es la llave que abre todas las puertas, inclusive aquellas que nos permiten vivir por entre los recovecos del sostenido descubrir.

¿Acaso alguien puede asegurarnos que no nos va a pasar algo significativo en las próximas horas?

¿Y si abrimos la puerta de lo insospechado?

¿Y si dejamos espacio en nuestro corazón para que de pronto nos ocurra aquello que puede cambiar nuestra vida de raíz?

Vivamos atentos y abiertos a que nos suceda aquello que deseamos desde hace varios meses o años y que de pronto habíamos dejado de lado como posible.

¿Acaso hay alguien que pueda evitar que suceda la llegada de lo nuevo?

Si tomamos consciencia que es nuestra mente con sus ya conocidas protecciones la que se resigna, la que se aferra a lo conocido, la que defiende viejas creencias aunque no nos lleve a ninguna parte.

Es posible que en algún momento inesperado,  descubramos donde se encuentra la tan creativa espontaneidad.

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